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No puedo creer que me hagan sufrir tanto

Por Gonzalo Dardati

Después de que Rakitic sentenciara el 3-0 de Croacia sobre Argentina, sentí una tristeza profunda, la selección no le encontraba el rumbo y podía volverse a casa en primera ronda, algo que la mayoría pensaba, pero que nadie se atrevía a decir.

Desde la época de Alejandro Sabella que me emociona ver a Argentina, me acuerdo de memoria el equipo del Mundial 2014: Romero en el arco, Zabaleta, Fede Fernández, Garay y Rojo en la defensa, Gago, Mascherano y Di Maria en el medio, Messi, Higuaín y Agüero en la delantera. Un equipo que no solo respondió a las críticas, porque ‘Chiquito’ era cuestionado porque no atajaba en sus clubes y la defensa dejaba varias dudas, sino que cuando se caía un soldado, aparecía otro; porque cuando Fernández y Gago no rindieron, aparecieron Demichelis y Biglia; cuando se lesionó Agüero, apareció Lavezzi; y cuando se lesionó Di María, apareció Enzo Pérez. Un equipo que dejaba el alma por la celeste y blanca.

Hoy no vi nada de eso, vi un equipo que no le encontraba la vuelta al partido, que abusaba de la posesión de la pelota pero que no era profundo a la hora de atacar, vi jugadores que no jugaban en su puesto natural y se sentían incómodos, vi un Messi desaparecido, al que no le llegaban las pelotas, frustado por no ser ese Messi que todos conocemos, un equipo que después del error de Willy Caballero en el gol de Rebic, sintió que ya estaba condenado, que estaba desesperado por ganar, y en su desesperación, lo terminó perdiendo.

Foto: Gonzalo Dardati / Estadio de Nizhni Novgorod, lugar donde Argentina perdió 3-0 con Croacia

San Petersburgo, la última chance

Nigeria le había ganado 2-0 a Islandia y le daba vida a la albiceleste, pero era la última oportunidad de clasificar, no había más margen de error. Doble cinco contra Islandia, línea de tres contra Croacia, Salvio de cuatro siendo ocho, Mercado de central siendo lateral. Sampaoli había probado de todo, pero ya no había más tiempo de probar, era hora de inflar el pecho y salir a ganar.

Llegamos un sábado a San Petersburgo, la segunda ciudad más grande de Rusia después de Moscú, también apodada la “Venecia del Norte”, debido a sus más de 400 puentes que atraviesan a los numerosos canales que pasan por ella.

El martes llegó la hora del partido, con mi viejo conseguimos entradas a trescientos dólares cada una, era mi última oportunidad de ver a la selección y tenía la esperanza de que ganaran, estaba seguro de ver aquella Argentina que me enamoró, y me hizo creer que todo se podía.

Foto: Gonzalo Dardati / El Zenit Arena, lugar donde ocurrió el milagro.

Llegamos a las seis de la tarde al estadio, tres horas antes del partido, un estadio magnífico. Vimos la charla de Sergio Goycochea (Argentina) y del representante de Nigeria alentando a la gente, vimos cómo de los aplausos y el apoyo al Pipa Higuaín, pasaron los silbidos y rechazo al técnico argentino, Jorge Sampaoli. La relación ya estaba rota, solo quedaba ganar.

De entrada, Argentina fue a buscar el resultado, y ahí fue donde aparecieron los históricos: Mascherano, que a pesar de perder varias pelotas, siempre puso la cara y los huevos como se lo caracterizó, además de ser el motor del equipo, Banega fue el socio de Messi, incluso lo asistió en el gol, Di María fue aquel que en sus inicios no paraba de correr, el Pipa a pesar de no convertir, generaba espacios y presionaba a los defensores rivales, Enzo Pérez le daba una mano a Mascherano en la recuperación y Rojo tuvo buenas salidas desde el fondo.

Argentina dominaba, pero no podía quebrar a Nigeria, hasta que a los catorce del primer tiempo, Banega metió un pase espectacular a Leo Messi, quien en un control magnífico para definir de derecha y desatar la locura argentina en las tribunas, que junto al tanto de Croacia contra Islandia, ponían a la Argentina en octavos de final. No fue en Moscú, donde Lenin estableció las bases del comunismo, ni en Nizhni Novgorod, la ciudad de mayor industria armamentista durante la Unión Soviética, sino que fue en San Petersburgo, la que era antes la capital de Rusia y fue bombardeada por la Alemania Nazi durante toda la Segunda Guerra Mundial, donde la ‘Pulga’ anotó su primer gol en el Mundial y llenó de alegría a millones de corazones argentinos, incluidos los cuarenta mil hinchas que estaban en el estadio. Como aquella noche en Quito, Dios volvió a aparecer para salvarnos.

Nigeria, sin la calma y el orden que les llevó a sorprender a Islandia, fue incapaz de conectar con Musa y aprovechar su velocidad. De hecho, sus acercamientos llevaron poco peligro a Franco Armani, quien entró por Caballero después de su grosero error ante Croacia. Antes de la media hora, Higuaín se quedó a centímetros de llegar a un buen pase en profundidad de Messi, que también tuvo la oportunidad de incrementar la renta en el minuto 34 en un disparo que repelió el palo. Argentina se marchaba clasificada al descanso.

Con los nervios que manejo en el fútbol, en los dos partidos anteriores durante el entretiempo fumé un cigarrillo a escondidas, debido a que en el estadio no se podía fumar, pero esta vez decidí esperar a finalizar el partido para romper un poco las cábalas.

El control con el que los de Sampaoli se habían ido a vestuarios poco podía presagiar el guion con el que comenzó la segunda parte. Corría el minuto cuarentinueve cuando un agarrón de Mascherano en el área fue decretado por el turco Cüneyt Çakir como penal, que Víctor Moses cambió por gol y metía a las “Super Águilas” en la siguiente fase.

El tanto nigeriano rompió por completo el encuentro, que entró en una fase de intercambio de ocasiones que inauguró Etebo con un lanzamiento que fue desviado. Solo un poco después, el VAR actuó para anular una pena máxima señalada a Rojo por una mano que fue interpretada como involuntaria.

Un remate alto del ‘Pipita’ Higuaín y una soberbia parada de Armani a Ighalo precedieron a la locura argentina. Ya en el 86, un centro perfecto de Mercado lo aprovechó Rojo para engancharla y clavarla pegada al poste. Se desató una locura en la tribuna, me abrazaba con el que tenía al lado, enfrente, atrás, hasta me di un cabezazo con mi papá, incluso pensé que el tanto lo había hecho Meza, hasta que después vi que el gol lo hizo Rojo. Con el partido finalizado y el 2-1 de Croacia sobre Islandia, Argentina se clasificaba a los octavos y enfrentaba a Francia.

Cosas para mejorar

El sábado, Argentina perdió 4-3 con Francia y se despidió de Rusia 2018, ese partido lo vi en el avión de vuelta a Buenos Aires. A pesar del sufrimiento, pude cumplir el sueño de ver a la selección y de ver jugar a Lionel con la camiseta de mi país, una experiencia única y que espero volver a repetir en Qatar, pero esta vez con un poco menos de sufrimiento. La selección necesita encarar un proyecto a largo plazo, con jugadores nuevos y con Messi claramente. Solo me queda agradecer a esta generación que dejó todo y que fue criticada bastante por los medios, pero que aún así se la bancó y salió para adelante, espero algún día ver a mi país levantar la Copa del Mundo y espero estar ahí para verlo.


Gonzalo Dardati es alumno de la Universidad Abierta Interamericana de Rosario, Argentina.

#SomosRusia2018 es un proyecto transmedia donde se cuentan historias sobre el Mundial Rusia 2018 y une a siete universidades de cuatro países: Universidad de San Martín de Porres (Perú), Universidad Abierta Interamericana (Argentina), Universidad de Palermo (Argentina), Universidad de Medellín (Colombia), Universidad del Rosario (Colombia); Universidad de Sevilla (España) y la Universidad de Castilla–La Mancha (España). Síguenos en FaceboookTwitter e Instagram.

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